Tango turquesa
























El crepúsculo

muerde tus labios

en un beso.

Y sutilmente,

tu sonrisa

se difumina con la tarde.


La sórdida desdicha

que te habita el alma

—y la niebla ciega—

como un velo, cubre

tu verdad amarga.


Tu ser se desgasta.


Tu boca, tan tierna

besa… y me desarma.

Y tu alma sedienta

seca como el río

aquel que tu sed

devoró su cauce

luego se desborda

junto con la lluvia

al caer la tarde.


Su caudal te moja…


Tus labios se sacian

al borde del río

y junto a los míos

danzan en su orilla

un tango de rosas

casi temblorosa

cual las hojas secas

bajo las falanges

del sombrío jilguero…


con la cara blanca

y cabeza roja.


Sus alas doradas

aletean…

y cantan

invocando el eco

de aquel fuelle triste.


El sol se despide

se pierde al ocaso.

Mi sombra se disuelve

en tu eco ausente

y el bandoneón… calla.


El ave se aleja.


Y en tu orilla queda

la danza suspendida

tan muda…

y solitaria

como un leve suspiro

que no encuentra reposo

solo olvido.


Y por tu mejilla

se cuela la tristeza

sobre tu carne salada.

Y con tu piel danza

su tango turquesa.


Apolo • 1122 • RD / Copyright © Todos los derechos reservados.


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