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Mostrando las entradas de mayo, 2025

Tango turquesa

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El crepúsculo muerde tus labios en un beso. Y sutilmente, tu sonrisa se difumina con la tarde. La sórdida desdicha que te habita el alma —y la niebla ciega— como un velo, cubre tu verdad amarga. Tu ser se desgasta. Tu boca, tan tierna besa…  y me desarma. Y tu alma sedienta seca como el río aquel que tu sed devoró su cauce luego se desborda junto con la lluvia al caer la tarde. Su caudal te moja… Tus labios se sacian al borde del río y junto a los míos danzan en su orilla un tango de rosas casi temblorosa cual las hojas secas bajo las falanges del sombrío jilguero… con la cara blanca y cabeza roja. Sus alas doradas aletean… y cantan invocando el eco de aquel fuelle triste. El sol se despide se pierde al ocaso. Mi sombra se disuelve en tu eco ausente y el bandoneón… calla. El ave se aleja. Y en tu orilla queda la danza suspendida tan muda… y solitaria como un leve suspiro que no encuentra reposo solo olvido. Y por tu mejilla se cuela la tristeza sobre tu carne salada. Y con tu piel...

Ninfas y duendes…

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Como tres mosqueteros, tres amigos, caminaban las calles de la sierra. A paso firme los tres iban perdidos, tras las más hermosísimas doncellas. Lujuriosos, amando hasta los valles, con aire audaz, de caza y de Tenorio, entre el polvo y las piedras de las calles sigilosos, explorando territorio. Luego de caminar como tres leguas, de forma muy extraña y misteriosa, al pueblo al fin llegaron, y sus huellas grabaron en las puertas de sus chozas. Tres ninfas se alzaban en el umbral, con sus rostros lánguidos y sublimes, y sus brazos como alas de cristal; y en sus pechos, el amor que los redime. Con sus tres corazones en la boca, tres parejas de ojos las miraron: “¿De las tres cuál será la que me toca?” sin decir una palabra preguntaron. Ellas los recibieron con dulzura, jamás como a extraños los miraron; eran tres corazones, alma pura, y esa noche la vida celebraron. Llegó la hora de partir —dijeron—, a la par se colgaron de sus talles. Besos en las mejillas compartieron, y en silencio aba...

La incoherencia…

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La incoherencia y el sinsentido laceran el alma de los cuerdos, y los cuervos vacían las cuencas de sus ojos, aun viendo. Igual pasa a los cerdos: su corazón, aun latiendo, se detiene en manos del carnicero. Apolo • 1122 • RD /  Copyright  © Todos los derechos reservados.