Despedida…
Su mirada
atravesó mi corazón,
como el agua
hiende la piedra:
constante y silenciosa.
Me contemplaba,
con todo su ser,
su cuerpo entero
me miraba.
Y sus pupilas
mordían las mías,
sus labios, hundidos
por perlas blancas
en muda confidencia,
decían que me amaba.
Se me acercaba
con la piel desnuda
y su hermosa cabellera
me miraba, al danzar
con el viento y la lluvia,
en primavera.
Sus brazos
y sus manos
también se juntaron,
y me miraron.
Y como alas,
volaron hacia mí
y me envolvieron
en un abrazo:
cálido y tierno.
Y me mimaron,
y me dijeron
en un susurro:
“te quiero”.
Quédate conmigo
le dije y dijo no.
Solo pasaba
para decirte.
Adiós.

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